¿Porqué trabajamos de forma multidisciplinaria en una firma de arquitectura para la infancia?
Cuando diseñamos espacios para niños, no estamos diseñando “mini versiones” del mundo adulto. Estamos diseñando ecosistemas de desarrollo, lugares donde cada gesto arquitectónico —una rampa suave, un acceso a la altura de sus ojos, un rincón protegido, una textura cálida— se convierte en un estímulo para crecer, explorar, comprender y ser.
Y por eso, en nuestra firma, el diseño nunca nace solo desde la arquitectura. Nace desde un diálogo multidisciplinario que entrelaza pedagogía, psicología del desarrollo, neurociencia, diseño lúdico y la observación. No porque suene interesante, sino porque la infancia lo necesita.
1 - La arquitectura infantil no puede diseñarse en solitario
El desarrollo de un niño es complejo, dinámico y profundamente sensible al entorno. El espacio físico influye en su seguridad emocional, en su disposición al movimiento, en su autonomía y en su capacidad de relacionarse con los demás.
Por eso, cuando diseñamos, trabajamos en equipo con profesionales que entienden cómo el cuerpo y la mente de un niño se despliegan:
La pedagogía nos dice qué habilidades necesitan ser estimuladas según la etapa.
La psicología infantil nos ayuda a comprender cómo se sienten y cómo interpretan el entorno.
La neurociencia aporta claves sobre cómo los estímulos espaciales pueden activar procesos cognitivos y emocionales.
La ergonomía y el diseño lúdico permiten que el espacio sea habitable, seguro y, a la vez, lleno de posibilidades.
La arquitectura, entonces, se convierte en el punto de encuentro de estas miradas. No diseñamos paredes: diseñamos experiencias.
2 - Lo que nos diferencia: observar antes de imaginar
Muchas firmas diseñan desde el objeto, la forma o el estilo. Nosotros preferimos empezar por otro lugar: la observación.
Observamos:
cómo se mueve un niño de un año cuando inicia un juego espontáneo,
cómo un grupo de preescolares negocia el uso de un rincón,
cómo un espacio demasiado rígido limita la curiosidad,
cómo la luz, el sonido o la altura de un mueble pueden cambiar la forma en que un niño explora.
Esa mirada atenta y paciente –más cercana a la investigación que al diseño tradicional– es lo que guía nuestras decisiones. Así, cada proyecto nace no de una estética predeterminada, sino de preguntas reales: ¿Qué necesitan estos niños? ¿Cómo aprenden? ¿Qué los hace sentir seguros? ¿Qué les despierta curiosidad?
3 - Espacios que acompañan la infancia, no que la sobreestimulan
Vivimos en una época donde la infancia suele quedar atrapada entre la hiperestimulación y la excesiva protección. Nuestra postura es distinta: diseñamos espacios que acompañan, sin dirigir; que abren posibilidades, sin saturar; que invitan al movimiento libre, sin convertirlo en un circuito rígido. Buscamos que cada espacio sea un sostén emocional y un detonante de imaginación.
4 - La multidisciplinariedad como responsabilidad ética
Trabajar con la infancia exige cuidado.
Exige rigor.
Exige humildad.
Por eso no creemos en recetas universales ni en tendencias pasajeras. Creemos en escuchar, investigar y colaborar. Ser multidisciplinarios no es una estrategia de diferenciación; es una responsabilidad ética hacia quienes usarán los espacios: niños que están construyendo su mundo interior mientras exploran el exterior.
5 - Nuestra diferencia, en esencia
No somos como otras firmas porque no partimos del diseño, sino del desarrollo infantil. La arquitectura, para nosotros, viene después: como una herramienta para acompañar procesos, y no como el fin en sí misma. Diseñamos desde la convicción de que cada decisión espacial puede transformar la manera en que un niño siente, aprende y juega. Y hacerlo bien requiere unir disciplinas, sensibilidades y lenguajes distintos.
Así, lo multidisciplinario no es sólo nuestro método: es nuestra identidad.